Ha llegado un nuevo Murakami a las librerías. De qué hablo cuando hablo de escribir (Tusquets, traducción al castellano de Fernando Cordobés y Yoko Ogihara; Empúries, traducción al catalán de Jordi Mas López) recopila algunas reflexiones del autor japonés sobre cómo entiende la literatura, cómo se enfrenta al proceso de escritura o cómo gestiona su relación con los lectores o con la crítica. Y, amigos de Tradiling, nos complace anunciaros que la traducción y los traductores aparecen a menudo en sus consideraciones. A veces en apuntes meramente tangenciales, pero en más de una ocasión de manera mucho más explícita. De qué hablo cuando hablo de escribir es una excelente atalaya desde la cual una figura del prestigio de Murakami invita a su legión de seguidores alrededor del planeta a contemplar la traducción —y a reivindicarla— desde múltiples ángulos. Es, pues, una gran noticia.
El ángulo más sorprendente sea, tal vez, el de la traducción como generador de un estilo propio. Murakami se remonta a sus inicios como escritor y recuerda sus dificultades para fraguar un registro literario singular. Optó en aquel entonces por escribir en lengua inglesa —en un inglés limitado, algo tosco— para, posteriormente, traducir al japonés lo que había escrito en aquellas frases cortas, estructuras simples y vocabulario básico. “Aunque digo traducción, no lo era en un sentido estricto, sino, más bien, algo parecido a un trasplante. Inevitablemente de allí brotó un nuevo estilo en japonés. Un estilo mío.” Más allá de esta génesis puntual, para Murakami la traducción es también una especie de gimnasia que ha ejercitado regularmente a lo largo de su carrera. Cuando está entre proyectos de novelas, por ejemplo, traduce del inglés al japonés como “excelente ejercicio de escritura”. Confiesa que, aunque no tradujera, habría encontrado una ocupación más o menos parecida para mantener la pluma afilada.
La traducción es también un aval en la relación entre Murakami y el mundo. Su obra, nos cuenta, despertó el interés de la revista The New Yorker y se hizo un hueco en Estados Unidos gracias, en parte, al capital simbólico que le confirió ser el traductor japonés de Raymond Carver y el introductor de las obras del autor norteamericano en Japón. Al Murakami traductor lo avala también una nómina de autores de la categoría de F. Scott Fitzgerald, J. D. Salinger o John Irving.
Finalmente, Murakami también se refiere ampliamente a sus propias obras traducidas, a su relación con los traductores y a la importancia de la relación entre autor y traductor. En el último capítulo nos cuenta cómo ha ido ganando importancia en el mercado editorial occidental gracias a la labor de traductores como Alfred Birnbaum o Jay Rubin, a quienes considera sus “inestimables aliados”.
Gracias a su experiencia como traductor, Murakami muestra una gran empatía hacia la profesión: “Como yo también traduzco del inglés al japonés, entiendo como propia la alegría y el sufrimiento de este trabajo. Procuro mantenerme en contacto con ellos [los traductores], y cuando se les plantean dudas, me esfuerzo por resolverlas de buena gana. En general hago todo cuanto está en mis manos para facilitarles el trabajo”. Desde esta concepción de la traducción como una labor ardua y nada fácil, defiende un dialéctica de trabajo en beneficio del resultado final:
Debe haber un intenso toma y daca entre autor y traductor que beneficie a la obra. Para un escritor que pretenda abrirse camino en el extranjero, los traductores son sus más importantes compañeros y aliados. Es esencial dar con personas con las que exista una buena química. Aunque se trate de un traductor excepcional, si no empatiza con el autor ni con el texto, si no está familiarizado con su sabor, con su textura, el resultado quedará cojo. Ambas partes acumularán tensión y el texto en sí terminará por convertirse en una molesta obligación.
A la luz del carácter modesto, perseverante y minucioso de Murakami que destilan las páginas de De qué hablo cuando hablo de escribir, uno termina por creer que el autor japonés y la traducción están hechos tal para cual. No es descartable, sin embargo, que la obra deje a más de un traductor profesional en estado contemplativo, pensando de qué habla Murakami cuando habla de traducir. La verdad es que, a la luz del mundo real, cuando habla de traducir es, probablemente, cuando rencontramos al Murakami más próximo a la fantasía y la ciencia ficción de sus novelas.