La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en nuestras vidas ha supuesto un cambio de paradigma en todos los ámbitos y, en el campo de la traducción, se han alzado voces tanto a favor como en contra.
En el sector audiovisual, donde trabajo como traductora, la implementación de la IA implica una serie de peligros preocupantes, pues, sin una regulación y en manos de los poderosos (y me refiero a las empresas multimillonarias que financian la IA y a los gigantes de la traducción que están acaparando el sector audiovisual), supondrá una mayor precarización de un sector cuyas condiciones actuales expulsan a muchos profesionales a ámbitos mejor remunerados y con mayor reconocimiento. Esta situación afecta al sector de la cultura en general y no solo a traductores/as, sino también a creadores/as de países de todo el mundo. Por otro lado, tampoco deben pasarse por alto los problemas de confidencialidad, la repercusión medioambiental o los dilemas éticos que implica el uso de la IA
Entonces… ¿debemos integrarla en los estudios de Traducción o no? El dilema me angustió durante meses y decidí leer todo lo que caía en mis manos para entender los diversos factores que había que tener en cuenta antes de responder a la pregunta.
Como docente de un grado que aborda diversas especialidades de traducción —de la jurídica a la audiovisual pasando por la económica o la publicitaria—, mi reflexión se basa en dos preguntas fundamentales. ¿Cómo aborda la traducción un/a estudiante de primer curso? ¿Qué se encuentra un/a egresado/a cuando entra en el mercado laboral?
Para la primera pregunta, la respuesta es clara: gran parte del alumnado lo primero que hará cuando les pidamos una traducción es pasar el texto original por DeepL. Recibirá el texto en su idioma en menos de 30 segundos y sin pagar un céntimo y, con ese esfuerzo mínimo, hasta es posible que apruebe la práctica. El problema es que los traductores automáticos sirven de poco sin una mente experta que valide los resultados y los estudiantes de primer año no han desarrollado aún la competencia traductora. Por este motivo, considero que se deben introducir actividades que demuestren los riesgos y limitaciones de la máquina y la necesidad imperiosa de aprender a traducir para poder usarla con rigor; es decir, que tomen conciencia de que la traducción automática no es un fin, sino un medio que debe supervisar un/a experto/a.
En cuanto a la segunda pregunta, considero que nuestra responsabilidad como docentes es mejorar la empleabilidad de los/las egresados/as y, por tanto, no podemos dejar de lado nuevas salidas profesionales (preedición, posedición o consultoría de servicios lingüísticos e IA) o tareas específicas que les pueden solicitar (evaluación de motores de traducción automática neuronal (TAN), posedición básica o completa, etc.). Ojo, no me refiero a convertirlos en esbirros del sistema, al contrario, me refiero a proporcionales las herramientas necesarias para que valoren factores clave de cada encargo como el tipo de texto, el sistema de TAN empleado, la combinación lingüística, la calidad deseada… es decir, la viabilidad de usar la IA en un proyecto concreto de traducción. En este sentido lo que estaremos logrando es desarrollar su capacidad para discernir entre encargos que se pueden realizar con posedición y los que no, o para valorar si la tarifa que se les ofrece es justa o no (las tarifas de posedición son inferiores a las de traducción y el esfuerzo no siempre se reduce en la misma medida). En este sentido, también pueden incluirse actividades para desarrollar el espíritu crítico como debates sobre el código deontológico de asociaciones de diversos sectores y países, o sobre las propuestas que dichas asociaciones sugieren para regular la tecnología.
En conclusión, si no integramos la IA en los estudios de Traducción, gran parte del estudiantado usará las herramientas sin un criterio adecuado y, cuando entren en el mercado laboral, tampoco dispondrán de los conocimientos suficientes para valorar el uso de TAN en proyectos determinados de traducción. Por estas razones, considero crucial integrar la IA en los grados de Traducción e Interpretación con el objetivo de que nuestro estudiantado desarrolle la capacidad de supervisar los resultados de la TAN (siendo consciente de los riesgos y limitaciones de la IA y de la importancia de la aportación humana en el ámbito comunicativo), gane en productividad (pues será capaz de aprovechar las ventajas que le ofrece la IA para realizar determinadas tareas puntuales) y desarrolle un criterio definido que le permita aceptar o rechazar determinadas condiciones de trabajo.
La pregunta, por tanto, no es “¿sí o no?”, sino “¿cómo?”.