El pasado mes de diciembre el discurso sobre la traducción en el mundo occidental volvió por un momento a una de sus raíces, y a las primeras páginas de los diarios, de la mano de cierto Jorge Mario B., quien afirmó que la sexta petición del Padre Nuestro en sus traducciones más conocidas en inglés es mejorable. Lo hizo en un comentario sobre la nueva versión de la oración Padre Nuestro autorizada para su uso en las iglesias católicas de Francia. Llegó a decir que se trata de una mala traducción.
Sorprende precisamente que, a estas alturas, la Iglesia católica se pone a discutir y proponer enmiendas a unos textos consolidados a lo largo de los siglos. ¿Quién plantea tales dificultades y con qué intención?
Entremos en materia. En español, conocemos la sexta petición del Padre Nuestro por las siguientes palabras:
No nos dejes caer en tentación
En inglés, suele decirse de la siguiente manera:
Lead us not into temptation
La diferencia de matiz es evidente. En español suplicamos la ayuda de un Dios protector, mientras que en inglés pedimos que “nuestro padre” no nos ponga a prueba. Para los creyentes, la diferencia puede ser significativa, porque un Dios que nos ponga a prueba sería un Dios vengativo, mientras que un Dios que nos proteja sería un Dios de auxilio.
De acuerdo con el espíritu de nuestros tiempos, hoy en día muchos cristianos prefieren esta última interpretación. La tentación sería cosa nuestra, o del diablo en todo caso, pero de ninguna manera una trampa de nuestro Dios.
El problema es que los textos más antiguos parecen decir otra cosa y el problema está servido. De hecho, la teología ha puesto en duda la interpretación correcta de esta petición desde la antigüedad.
¿Como hemos llegado a esta situación de traducciones tan divergentes de un fragmento importante del mismo texto fundacional, la Biblia? Según los expertos, el Nuevo Testamento que conocemos es el resultado de un proceso de traducción, comparación y revisión de varios textos antiguos en latín y, anteriormente, la versión original redactada en koiné, el griego helenístico del Nuevo Testamento:
καὶ μὴ εἰσενέγκῃς ἡμᾶς εἰς πειρασμόν
La hermenéutica bíblica es el estudio de la interpretación adecuada de estas escrituras sagradas. Para los estudios de traducción, este campo representa la primera aproximación a lo que reconoceríamos como teoría de la traducción moderna, aunque en este caso se complica mucho por la incompleta documentación y la naturaleza metafísica y religiosa del tema. De hecho, la cuestión de cómo debemos traducir ha interesado desde la época de la iglesia cristiana temprana, por ejemplo, en los escritos de Orígenes (185 – 254 EC), el teólogo más importante del período.
A continuación, incluimos una relación de versiones traducidas o parafraseadas de la sexta petición a lo largo de la historia, a su vez traducidas literalmente al español.
- «No nos lleves a la tentación» (Tertuliano, traducción, inducas = lleves)
- «No permitas que seamos llevados por el tentador» (Tertuliano, paráfrasis, induci = llevados)
- «Y no permitas que seamos llevados a la tentación» (Cipriano, paráfrasis tomada de Tertuliano, induci = llevados)
- «No nos dejes caer en la tentación» (Orígenes, paráfrasis)
- «No nos lleves a la tentación» (Gregorio Niseno, traducción)
- «No permitas que seamos llevados a la tentación» (Ambrosio, paráfrasis tomada de Cipriano, que la tomó de Tertuliano, induci = llevados)
- «Y no nos induzcas en tentación» (Teodoro de Mopsuestia, traducción)
- «No nos lleves a la tentación» (Agustín, traducción, eisenegkes = lleves)
- «No nos induzcas a la tentación» (Algunos códices mencionados por Agustín, eisenegkes = induzcas)
- «No nos dejes caer en la tentación» (Agustín, paráfrasis)
- «No permitas que sucumbamos en la tentación» (Agustín, paráfrasis)
- «No permitas que consintamos la tentación» (Agustín, paráfrasis)
- «No permitas que seamos inducidos a la tentación» (Paráfrasis utilizada por muchos, según Agustín)
- «Y no nos lleves a tentación» (Lutero, traducción, führen = llevar, guiar, conducir, dirigir, mandar)
- «Y no nos abandones a la tentación» (Romano Guardini, traducción)
- «No nos introduzcas en la tentación» (Joachim Jeremias, traducción, me eisenegkes = no nos introduzcas)
- «No permitas que caigamos en la tentación» (Joachim Jeremias, paráfrasis)
- «No nos introduzcas en tentación» (Santos Sabugal, traducción)
- «Y no nos metas en tentación» (Biblia “Reina Valera 1960”, traducción)
- «Y no nos dejes caer en tentación» (Biblia “Biblia de Jerusalén”, traducción)
- «No nos expongas a la tentación» (Biblia “Dios habla hoy”, traducción)
Esta relación viene de Tentación (Versuchung), un estudio bíblico sobre la sexta petición del Padre Nuestro, que el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) impartió en la aldea de Zingst a los alumnos procedentes del Seminario de Finkenwalde, en el período del 20 al 25 de junio de 1938, un año después de que la Gestapo clausurara el seminario. El título original del material fue No nos induzcas en la tentación (Führe uns nicht in Versuchung). Su amigo Eberhard Bethge lo publicó póstumamente. Esta traducción al castellano fue realizada por Sergio Vences y Úrsula Kilfitt, y forma parte del libro ¿Quién es y quién fue Jesucristo?, Libros del Nopal, Ediciones Ariel, Barcelona, 1971.
Otra manera de afrontar la traducción de esta problemática petición podría ser pensando en lo que queremos que diga. Así podemos llegar rápidamente a «No nos dejes caer en la tentación» o, pensando en positivo, «Ayúdanos a resistir a la tentación».
Varias versiones modernas, bajo el pretexto de utilizar un estilo más actual, ya han optado por este tipo de solución:
- Keep us from being tempted (Contemporary English Version)
Protégenos de la tentación - Keep us safe from ourselves (The Message)
Protégenos de nosotros mismos. - Do not bring us to hard testing (Good News Translation)
No nos lleves a pruebas difíciles. - And don’t let us yield to temptation (New Living Translation)
No permitas que cedemos a la tentación.
Todas estas propuestas recientes son de colectivos protestantes. Ninguna sorpresa aquí, quizás. Lo que llama la atención es constatar la identidad de nuestro traductor reformista del principio de este artículo, Sr. Jorge Mario Bergoglio.
Como ya habrá visto la lectora, se trata del mismísimo pontífice Francisco, obispo católico de la diócesis de Roma.
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